En la rueda de prensa del Domund en Zamora ha participado el sacerdote
diocesano Ángel Burón. Nacido en Fuentes de Ropel en 1940, ha estado 51 años
como misionero en Uruguay.
Me llamo Ángel, tengo 77 años y he estado 51 años
como misionero en Uruguay. Hace 5 meses que regresé a Zamora para quedarme.
Mi vocación como misionero vino
después de la primera sesión del Concilio Vaticano II y mi profesor de 4º año
de Teología nos contó cuales eran las conclusiones que se habían sacado: “la Iglesia
tenía que ser más misionera, más universal, salir de los muros, y los Obispos
deberían ser más abiertos dejando marchar a los sacerdotes a territorio de
misión”.
Estas conclusiones me dejaron
impactado. Era un cambio fundamental en lo que hasta entonces había vivido. Lo
pensé profundamente, decidí ser valiente, como indica el lema del Domund de
este año, e irme de misión con 4 compañeros más de mi curso.
A los tres meses de ser ordenados
sacerdotes, con 25 años, nos fuimos a Uruguay. Antes hicimos un curso de 3
meses sobre la misión. Es importante conocer el territorio al que se va a ir,
la situación sociopolítica, religiosa, costumbres del lugar, etc.
No es fácil dejarlo todo; tienes
que tener muy clara tu misión. Ser misionero ha llenado plenamente mi vida,
agradezco al Señor que me haya elegido y llamado para esta labor tan bonita de
la Iglesia, y la generosidad que tuvieron mis padres y hermanos al dejarme
marchar.
Vivir con la gente sencilla,
humilde, pobre, enfermos... para acercarles la alegría del Evangelio, ha
llenado mi vida como misionero. “Hay que ser callejeros de la fe”.
Durante mi etapa misionera en
Uruguay construimos una parroquia, cuatro capillas, dos policlínicas para que
los médicos pudieran atender a los enfermos de manera gratuita, dos centros de
Cáritas que daban alimentos básicos a los más pobres… Es importante que el
misionero acompañe al que sufre, al que necesita humana y espiritualmente una
palabra de esperanza…
En el siglo XXI aún existen
territorios de misión que tienen muchísimas necesidades, su desarrollo depende
de nuestra generosidad económica y de nuestra oración como cristianos.
Cada día nos damos cuenta de que
la Iglesia necesita más que los laicos acepten el compromiso de la misión, de
evangelizar, ser valientes y salir de nosotros mismos para soñar un mundo mejor
para todos, siendo un ejemplo de vida para la sociedad.
A pesar de la distancia con los
míos y con la Diócesis de Zamora a la que pertenezco, siempre me he sentido muy
apoyado y querido por todos, sacerdotes, obispos, y en los momentos más duros
ha sido el Señor a través de la oración el que me ha sostenido para continuar
adelante.
La vida está llena de pequeños
detalles que nos hacen llegar muy lejos.